lunes, 27 de abril de 2009

Cell


Al leer una crítica es útil conocer los prejuicios de quien la escribe, así que comienzo este comentario reconociendo mi admiración por Stephen King. A la mayoría de la gente le complace despreciar a los escritores que venden muchos libros por el simple hecho de que tengan éxito. Se trata de un enternecedor sentimiento de elitismo: "si atrae a las masas es que está muy por debajo de mi gusto exquisito". Es innegable que el éxito de ventas no es garantía de calidad, pero tampoco es cierto que todos los bestsellers sean basura. No puedo decir que King sea un gran literato, por mucho que le fuera concedida la prestigiosa medalla de la National Book Foundation por su contribución a la literatura norteamericana. Escribe de forma eficaz y adecuada, pero nadie va a comprar sus libros para disfrutar de la belleza de su uso del lenguaje. Sin embargo, como contador de historias su talento es inmenso. Es una pena que su producción sea irregular: quizá son demasiadas novelas y demasiado rápidamente escritas para que la inspiración de una persona, no importa lo rica que sea, aguante el ritmo. Cuando King está inspirado sus historias son excepcionales, pudiendo acercarse incluso a lo sublime. Cuando no lo está, como le ocurre cada vez más frecuentemente, al menos le queda el oficio. Sería suficiente para otros escritores, pero no para el autor de obras como las novelas cortas recopiladas con el título Las cuatro estaciones.

Cell, junto con La historia de Lisey, su novela más reciente en España. Se trata ni más ni menos que de una historia de zombies. Está dedicada a George A. Romero, el director de cine que dio nueva vida al subgénero "terror con zombis" con películas como La noche de los muertos vivientes, y también al escritor Richard Matheson, autor de Soy leyenda. La dedicatoria es más que apropiada, porque si a King le hicieran la clásica pregunta "¿de dónde sacó las ideas para escribir Cell?" podría responder con toda sinceridad "de las obras de George A. Romero y Richard Matheson".

La historia comienza de forma previsible para cualquiera que haya visto películas de zombis. La gente comienza a enloquecer y convertirse en bestias descerebradas decididas a atacar salvajemente a cualquiera que pase por allí. La novedad es que en este caso la locura colectiva no tiene causas sobrenaturales o patológicas, sino que está desencadenada por una señal (un "pulso") emitido por los teléfonos móviles. Es un acierto convertir a un objeto tan cotidiano pero a la vez novedoso como son los teléfonos móviles en origen de terror. Son aparatos al mismo tiempo familiares y de funcionamiento desconocido para la mayor parte de la gente, como prueban las periódicas polémicas sobre los presuntos efectos nocivos de las antenas de telefonía móvil. ¿Qué mejor combinación para dar miedo?

El riesgo, sin embargo, es que sea cual sea el origen del problema lo que viene a continuación ya nos lo conocemos. La desesperada lucha de la gente normal para salvar el pellejo y encontrar a sus seres queridos, la formación de pequeños grupos para ayudarse mutuamente y aumentar las posibilidades de supervivencia... Hay poco margen para innovar, pero King lo acaba consiguiendo, aunque sea a costa de tomar algunas ideas ya exploradas por Matheson en Soy leyenda. En efecto, los zombis descerebrados no siguen siendo descerebrados por mucho tiempo, sino que su comportamiento comienza a evolucionar de forma imprevisible, manteniendo a protagonistas y lectores en tensión y originando la duda sobre quién está fuera de lugar, los zombis o la gente normal.

A pesar de todo, Cell no dejá de ser una obra menor de King. Es inevitable la comparación con la otra novela de este autor sobre el derrumbe de la civilización, la imponente The Stand (publicada en español como Apocalipsis). Junto a ese clásico, Cell es una novela mucho menos ambiciosa y más lineal. La galería de personajes de Cell es muy reducida, y King no se entretiene en explorar sus historias. Va al grano y a la acción, lo cual gustará a algunos lectores entre los que no me cuento. En efecto, para mí en una historia de terror los personajes son fundamentales. En el género de terror la suspensión de la incredulidad me resulta más complicada que en la fantasía épica, porque el terror mezcla los hechos sobrenaturales con el mundo cotidiano al que estamos acostumbrados. Si el autor consigue que me lleguen a importar los personajes ya tiene buena parte del camino recorrrido, pero en este caso sólo lo consigue a media. Stephen King tiene talento para la caracterización, y algo de eso queda en esta historia, pero éste es un tema en el que hace muy poco énfasis.

Otro problema es la falta de verosimilitud científica. Ya que el autor elige alejarse de una explicación sobrenatural, comenzamos a prestar atención a las explicaciones que se nos ofrecen sobre lo que está pasando, y las analogías que se establecen entre el funcionamiento de la mente humana y el de una computadora resultan sencillamente irrisorias. Para correr un tupido velo, en definitiva.

Además, el final tampoco aporta una explosión de inspiración. La novela simplemente acaba, sin que la historia que se está contando se cierre de una forma completamente satisfactoria. Algunos lo preferirán, considerando que así son a menudo las cosas en la vida real, pero aunque en parte llevan razón me da la sensación de que se trata de un recurso fácil por parte del autor para terminar la novela.

Con todo, Cell es una historia ágilmente contada. Dejará poca huella en el lector pero lo mantendrá entretenido durante varias horas, lo cual tampoco está mal.