sábado, 7 de febrero de 2009

1408 (Otra de King)

Cuando una historia corta inspira una película, el director encuentra un doble riesgo: la ya de por sí dudosa labor de adaptar una obra literaria a cine (con todos los problemas que eso implica), y encima de eso la creación de nuevas escenas, personajes y situaciones que de algún modo deben respetar lo que el autor expresó originalmente, al mismo tiempo que extienden la narrativa integrándose a ella sin parecer un pegote arbitrario e innecesario.

No pretendo comparar la película "1408" con la historia corta de Stephen King en la que se basa, excepto para decir que el producto filmado representa una excelente resolución de los mencionados problemas... el libreto escrito por Matt Greenberg, Scott Alexander y Larry Karaszewski complementa maravillosamente bien lo establecido en la historia, enriqueciendo los personajes y profundizando más en las raíces de los eventos que presenciamos. Desafortunadamente eso no significa que la película sea buena.

El protagonista es Mike Enslin, un escritor de guías turísticas enfocadas al aspecto paranormal; Enslin visita famosos hoteles o establecimientos "embrujados" y reporta sus experiencias... usualmente libres de fantasmas o espectros. Entonces, mientras escribe su nuevo libro, se entera de la existencia de la siniestra habitación 1408 en el elegante Hotel Dolphin, en Nueva York, y contra los deseos (y súplicas) del elegante administrador Olin (Samuel L. Jackson), Enslin pasa una noche en el fatídico cuarto, donde han ocurrido media centena de muertes... ¿logrará sobrevivir?

La primera mitad de "1408" es realmente excelente, gracias a la precisa dirección del sueco Mikael Håfström, al bien construido libreto y a la sólida caracterización de John Cusack. El argumento quizás no sea muy novedoso (investigador escéptico que finalmente encuentra manifestaciones paranormales), pero el equipo creativo establece un interesante marco histórico y emocional que a la vez funciona como motor de los misteriosos eventos, dándole a la película un interesante trasfondo psicológico que puede interpretarse de varias maneras.

Pero, a pesar del obvio talento que Håfström tiene para generar suspenso, la historia se desmorona cuando finalmente llegan los efectos especiales.

No me malinterpreten... los efectos están bien hechos (y muchos son prácticos, en vez de digitales), pero cuando la trama abandona el suspenso y ambigüedad del principio a cambio de sustos arbitrarios y absurdas situaciones "paranormales" me fue imposible mantener el interés y la credibilidad. Con un argumento fundamentado en los "demonios internos" del subconsciente y en hechos dolorosos del pasado, me pareció un error romper el intenso drama personal del protagonista con exageradas manifestaciones que rara vez se sienten creíbles o lógicas. Quizás sea un error esperar "realismo" en una película del género fantástico, pero eso no es excusa para abandonar la lógica interna de la historia y endilgarnos escena tras escena de inexplicables (e irrelevantes) eventos.

Otro gran tropiezo es una larga secuencia (que no quiero revelar) cerca del final, donde parece explicarse la naturaleza de la experiencia paranormal del protagonista. Su resultado es risiblemente predecible y, en vista de la inteligencia previamente mostrada en el libreto, esta cansada digresión resulta doblemente reprobable.

Eventualmente la película trata de redimirse con un ambiguo final que resulta sólo parcialmente satisfactorio. No hay nada nuevo, pero al menos evita darnos un final blando o pre-fabricado. No obstante, mi interés había decaído y me tenía sin cuidado el destino final de los personajes.

Sin duda Håfström es un hábil director de suspenso (su mediocre cinta de terror "Strandvaskaren" destacaba en ese aspecto, aunque no en muchos otros), y esperaré con interés su siguiente proyecto. Pero en "1408" su talento se pierde entre el caos literario de Stephen King y su característica falta de disciplina narrativa (al menos en su etapa actual). Supongo que puedo darle una parcial recomendación a la cinta "1408" por su notable primera hora y por el siempre entretenido trabajo de John Cusack. Pero su aparatosa y forzada segunda mitad rompe el trance del suspenso y se siente como una colección de arbitrarios sustos y efectos que restan importancia al drama del personaje central. Creo que un enfoque más sobrio y metódico hubiera resultado en una película más honesta, profunda... y atemorizante.

La niebla de Stephen King


Hay una escena, entre las muchas que destacan en ‘La niebla’, dirigida por Frank Darabont, que da las claves para poder afirmar el excelente film de terror que es. Se trata de aquella en la que algunos de los supervivientes encerrados en el supermercado discuten acerca de cómo la sociedad en la que viven se viene abajo con mucha mayor rapidez que la que la misteriosa niebla da cuenta de los protagonistas de la cinta. En ella se encuentran las bases del terror más atávico expuestas con una frialdad, nitidez y contundencia dignas de elogio.

Y es que la adaptación del relato corto de Stephen King es, más que un convencional body count en la que los protagonistas son diezmados por la amenaza en cuestión, (que también), un metódico análisis de distintas conductas humanas que nos sitúan en otro horizonte completamente distinto, y que expanden las posibilidades del relato de terror hasta sus verdaderas bases sustentantes, de origen psicológico y social. Lo que Darabont hace, con decisión y contundencia, es desgranar el mal interior del hombre y dibujar un panorama que explica el fundamentalismo religioso, con un personaje absolutamente brutal, una villana memorable, interpretado con fortuna por Marcia Gay Harden.

Darabont conduce el film con seguridad, dibuja algunos personajes con bastante tino y se ve obligado a desdibujar otros, pero el relato es interesante en todo momento, está preñado de diálogos que ocupan mucho más metraje que en otras películas del género recientes (y que nunca aburren), y suelta lastre (y de que manera) cada vez que toca derramar sangre con la amenaza sobrenatural (excelentes las escenas de la niebla aproximándose): atención a la escena de la puerta, a la excursión a la farmacia y lo que se descubre en ella, y al intento de escapada final en el aparcamiento, absolutamente tensos y sangrientos.

Pero lo que más miedo mete, de largo, en esta fenomenal película es el componente humano, que Darabont retrata con crueldad, pesimismo y mal rollo: la frustración se planea por la historia cada vez que la incomprensión entre los miembros del grupo hace aparición. Ahí está el desenlace con el desafortunado joven que paga las iras de la muchedumbre por pertenecer al estamento militar, o los intentos de Thomas Jane por convencer a su vecino de lo que hay en el almacén, sin ser siquiera escuchado, entre otros muchos.

Atrás quedan algunos efectos especiales algo obvios y ciertas limitaciones, Darabont exprime el material admirablemente y conduce con seguridad el film hacia el desenlace más duro, áspero y absolutamente trágico visto en una pantalla en años (que recuerda en cierto modo al de ‘La milla verde’, también de Darabont y King, salvando mil distancias). Thomas Jane (actor que nunca me ha disgustado) lleva bien la película sobre sus hombros, siendo los ojos y la boca del espectador ante el dibujo del panorama más pesimista sobre la especie humana que pudiera imaginarse. A reivindicar desde ya.

Protegidos por su enemigo

Robert DeNiro, John Travolta, Al Pacino, Dustin Hoffman. Son apenas cuatro nombres de grandes actores que no le hacen asco a ningún guión por más irrisorio que sea. Dentro de esa lista, de seguro también hay que incluir a Samuel L. Jackson. La película «Protegidos por su enemigo» es una prueba cabal de ello.

Protegidos3La historia es sencilla, infantil y trágica a la vez. Una pareja de treintañeros se muda a un vecindario recidencial de California para comenzar a construir su sueño de conformar una familia. Una casa bonita con piscina, adornos modernos y como si eso fuera poco, la tranquilidad de tener como vecino a un policía. Pero no se trata de cualquier policia sino de uno muy empedernido en servir y proteger a cualquier costo, aunque ello implique el exceso de mano dura y otros lugares comunes del clásico «bad cop» de las películas estadounidenses.

Con esta premisa los conflictos no tardan en llegar. Y se trata de conflictos bastante tenues que con el transcurrir de la película van engrosando su calibre como una bola de nieve que cae desde la punta de una montaña. En pocas palabras, en poco más de hora y media los vecinos comienzan peleandose por unas luces molestas que provienen de la casa de al lado hasta terminar luchando entre sí a puro golpe limpio.

Protegidos2Y no obstante ello, la pelicula no se sostiene a lo largo de su duración ya que cuando los pequeños nucleos de conflicto amenazan con volverse más pesados, por algún motivo u otro, los enemistados vecinos terminan conciliandose a la espera de una nueva peleita en la frontera de ambas casas.

Si bien la temática central del film es un tanto liviana e inclusive hasta endeble para proponer momentos algidos, la película también aborda la cuestión racial (la pareja de vecinos está compuesta por un hombre blanco y una mujer negra) y la soledad y el desarraigo de un policía que enviudó e intenta educar a sus hijos de la forma más estricta posible. No obstante, ninguno de estos temas se profundiza demasiado en la historia.

Inconexa, poco llevadera y hasta con sensación de poco, «Protegidos por su enemigo» no tiene mucho para ofrecer e innovar en materia de drama, thriller o acción.

Mal ejemplo

A los pocos minutos de empezar “Mal ejemplo”, uno ya puede adivinar cuáles van a ser los pasos que la película seguirá hasta llegar a los títulos de crédito finales. La culpa, en su mayor parte, es de una premisa tan pobre que no pasa mucho tiempo antes de que la narración necesite de manifiestos alargamientos para posponer una conclusión que uno puede adivinar a la legua.

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Supuestamente, el fuerte de esta comedia protagonizada por Seann William Scott y Paul Rudd es su cóctel compuesto y bien agitado de la incorrección política enfatizada en el primero, y el sarcasmo negativo que destila el segundo. El problema es que este presunto punto fuerte tiene una caducidad de apenas media hora, más o menos el tiempo que tarda la cinta en caer en todos y cada uno de los tópicos de la comedia más manida. Desde el principio sabemos que esos dos adultos inmaduros, forzados a realizar horas de trabajo social con niños conflictivos o desamparados, encontrarán su propio sentido de la vida y la responsabilidad en los chavales. Sabemos que poco antes de alcanzar ese estadio, y tras algunas peripecias, volverán a meter la pata para, finalmente, acabar arreglándolo y restablecer así un definitivo y feliz orden. Sabemos tan calculadamente todo lo que va a suceder en la pantalla que no hay margen alguno para la sorpresa y, por tanto, nada que nos impida olvidar instantáneamente “Mal ejemplo” tras su visionado.

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David Wain firma un producto que se desinfla de forma asombrosamente rápida, con un guión pobre como pocos e incapaz de aprovechar una razonable cantidad de química entre Scott y Rudd. Cualquier amago de ingenio o de auténtica irreverencia queda rápidamente dilapidado por la evidencia aplastante de una narrativa que avanza por inercia e inepta en sus intentos por explotar un humor tan disperso como el sentido de la responsabilidad de sus protagonistas. No sólo eso, la película de Wain se muestra incluso incompetente a la hora de configurar a sus personajes, reajustando sus coordenadas a cada situación y nunca al contrario (poco importa si los dos amigos rompen sus lazos, si en la siguiente escena dicha ruptura es ignorada). A esto debemos sumarle una total falta de ideas que lleva a convertir en clímax y cierre un largo e innecesario simulacro de batalla épica sin ningún gag capaz de levantar la más mínima risa. El resultado, claro, acaba siendo una mala comedia en la que uno no puede ni asirse a unos personajes nada creíbles ni disfrutar pasajeramente de una gamberrada menor, pues poco o nada hay en ella que nos lo permita.

Ampliar imagenY eso que la sorna del personaje de Paul Rudd no empieza con mal pie, lanzando puyas a los tamaños estandarizados del café en una suerte de Starbucks®. Pero no es más que un espejismo pronto desmentido por la avalancha de mediocridad que está a punto de caernos sin remedio y que, en definitiva, sólo supone un mal ejemplo de cómo hacer comedia.