
Hay una escena, entre las muchas que destacan en ‘La niebla’, dirigida por Frank Darabont, que da las claves para poder afirmar el excelente film de terror que es. Se trata de aquella en la que algunos de los supervivientes encerrados en el supermercado discuten acerca de cómo la sociedad en la que viven se viene abajo con mucha mayor rapidez que la que la misteriosa niebla da cuenta de los protagonistas de la cinta. En ella se encuentran las bases del terror más atávico expuestas con una frialdad, nitidez y contundencia dignas de elogio.
Y es que la adaptación del relato corto de Stephen King es, más que un convencional body count en la que los protagonistas son diezmados por la amenaza en cuestión, (que también), un metódico análisis de distintas conductas humanas que nos sitúan en otro horizonte completamente distinto, y que expanden las posibilidades del relato de terror hasta sus verdaderas bases sustentantes, de origen psicológico y social. Lo que Darabont hace, con decisión y contundencia, es desgranar el mal interior del hombre y dibujar un panorama que explica el fundamentalismo religioso, con un personaje absolutamente brutal, una villana memorable, interpretado con fortuna por Marcia Gay Harden.
Darabont conduce el film con seguridad, dibuja algunos personajes con bastante tino y se ve obligado a desdibujar otros, pero el relato es interesante en todo momento, está preñado de diálogos que ocupan mucho más metraje que en otras películas del género recientes (y que nunca aburren), y suelta lastre (y de que manera) cada vez que toca derramar sangre con la amenaza sobrenatural (excelentes las escenas de la niebla aproximándose): atención a la escena de la puerta, a la excursión a la farmacia y lo que se descubre en ella, y al intento de escapada final en el aparcamiento, absolutamente tensos y sangrientos.
Pero lo que más miedo mete, de largo, en esta fenomenal película es el componente humano, que Darabont retrata con crueldad, pesimismo y mal rollo: la frustración se planea por la historia cada vez que la incomprensión entre los miembros del grupo hace aparición. Ahí está el desenlace con el desafortunado joven que paga las iras de la muchedumbre por pertenecer al estamento militar, o los intentos de Thomas Jane por convencer a su vecino de lo que hay en el almacén, sin ser siquiera escuchado, entre otros muchos.
Atrás quedan algunos efectos especiales algo obvios y ciertas limitaciones, Darabont exprime el material admirablemente y conduce con seguridad el film hacia el desenlace más duro, áspero y absolutamente trágico visto en una pantalla en años (que recuerda en cierto modo al de ‘La milla verde’, también de Darabont y King, salvando mil distancias). Thomas Jane (actor que nunca me ha disgustado) lleva bien la película sobre sus hombros, siendo los ojos y la boca del espectador ante el dibujo del panorama más pesimista sobre la especie humana que pudiera imaginarse. A reivindicar desde ya.
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