Las campanas ya resuenan
desde tierra a los abismos
y con volcanes y sismos.
También en las islas notan
cómo impetuosas brotan
las agüas de los límites
de sus tierras inviables
con pie o mula recorrer.
Dios sabe qué malo es ver
perecer sus pobladores.
Sin camino caminante,
yo recorro este mundo
caído y moribundo.
Veo muerte abundante;
liderazgo arrogante,
vencido por la locura,
esperanza que procura
no tener nada que ver
y en el caos no caer.
Y la vida ya no dura.
Pese a todo, más que aquello,
verdad, me importa tener
que acabar sin volver
a ver tu suave cabello
ni acariciar brazo bello.
No poder rozar tu piel,
sensual, acepto con hiel.
Y para tenerte en mi alma
siempre, recuerdo en la calma
tus labios como la miel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
A ver, tú, comenta, pero con moderación. ¡Tranquilízate o tendré que sacarte esos sucios ojos de sus cuencas!